OPINIÓN

Celebración del Día de Muertos en Phoenix: una tradición viva

Sin importar la región, del 28 de octubre al 2 de noviembre, los mexicanos hacen una pausa para meditar sobre sus raíces, sus antepasados y celebrar la vida de aquellos que han fallecido.

Jorge Mendoza Yescas
Cónsul General de México en Phoenix
En algunas partes de la capital mexicana se aprecian ya los altares típicos de la celebración de los Fieles Difuntos, con alimentos, calaveras y fotos sobre manteles de papel picado.

La celebración del Día de Muertos es uno de los grandes emblemas culturales que México ha dado al mundo. Es una conmemoración que da identidad y orgullo para las comunidades mexicanas en el exterior.

Sin importar la región –desde Sonora, con la creación de tapancos yaqui para homenajear a los ancestros, hasta las tradiciones de Hanal Pixán en Yucatán—, del 28 de octubre al 2 de noviembre, los mexicanos hacen una pausa para meditar sobre sus raíces, sus antepasados y celebrar la vida de aquellos que han fallecido. 

Por su abundancia y colorido, la festividad indígena del Día de Muertos en México fue proclamada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El 7 de noviembre de 2003, esta organización reconoció a las conmemoraciones como uno de los ejemplos más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, así como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor plenitud de los grupos indígenas que habitan México.

El Día de Muertos es un reflejo de la evolución de la historia de México y de su riqueza cultural: si bien la tradición inicia en el México prehispánico (se recomienda visitar el Facebook del Consulado General de México en Phoenix para disfrutar de una conversación con Dr. Eduardo Matos Moctezuma, destacado antropólogo mexicano, sobre el papel de la muerte en la sociedad mexica), con la Conquista española y la llegada de grupos étnicos diversos, la festividad ha adoptado nuevos elementos que son ejemplo del sincretismo cultural nacional. 

En términos generales, una ofrenda de Día de Muertos conserva ciertos elementos distintivos: dependiendo de las habilidades de los creadores, puede contar con dos pisos (representación del cielo y la tierra), de tres pisos (se incluye la representación del inframundo) o de siete pisos (las siete etapas de la travesía del difunto para lograr el descanso).

La flor de cempasúchil o marigold, el papel picado, el incienso o copal, las velas y el agua representan los cuatro elementos, pero también son elementos de purificación para las almas que hacen el recorrido hasta retornar a sus hogares. 

El pan de muerto, símbolo del mestizaje –al ser una evolución de las figuras de amaranto que se hacían en el México prehispánico y que actualmente se elaboran con trigo, planta traída por los españoles a América— representa a los difuntos y a la cruz de los cuatro rumbos (norte, sur, este y oeste).

Finalmente, se pueden colocar elementos religiosos (cruces, santos, o elementos simbólicos) dependiendo de las creencias familiares, las cuales acompañan las fotografías de los antepasados a los que se decide dedicar la ofrenda. Más que una celebración de la muerte, Día de Muertos es una conmemoración de la vida y de homenaje a los antepasados, a los orígenes y tradiciones de los mexicanos, y a la vida en comunidad. 

Para compartir las tradiciones como una forma de comunicación cultural, en Arizona se realizaron eventos públicos para celebrar con familiares y amigos el Día de Muertos. Sin embargo, el corazón de las conmemoraciones reside en la elaboración de altares y ofrendas para aquellos seres queridos ya fallecidos.

Como parte de los esfuerzos para dar a conocer el talento de la comunidad y mantener viva esta tradición, se invita a la comunidad a compartir sus ofrendas, acompañadas de una breve descripción, a los correos comunitariospho@sre.gob.mx o mrodrigueze@sre.gob.mx.  

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