Miles celebran y lloran a sus seres queridos durante la Procesión de Todas las Almas en Tucson
José Ignacio Castañeda Perez
Las fotografías del padre de Donita Montgomery colgaban de las estructuras metálicas de su paraguas el domingo por la tarde.
Los rostros sonrientes de sus seres queridos adornaban los extremos de la sombrilla de Montgomery, entrelazados con cuerdas de luz, mientras caminaba entre miles de personas por la avenida North Grande, al sur del bulevar Speedway, hacia el Mercado San Agustín. Los ojos de Montgomery se adornaban con pedrería púrpura bajo una corona de flores y el maquillaje de calaveras embellecía su rostro.
Montgomery, oriunda de Tucson, comenzó a participar en la Procesión de Todas las Almas para conmemorar a su padre tras su muerte en 1994.
Desde entonces, amigos y familiares han pedido a Montgomery que lleve fotos de sus seres queridos para honrarlos durante el evento. Cada año, Montgomery recibe entre 10 y 15 fotos más para incluir.
"Tengo hijas, tengo madres, tengo hermanas, tengo mejores amigos. Todo el mundo está aquí", dijo Montgomery. "Me siento muy honrada y bendecida de que mis amigos y mi familia me permitan caminar con sus fotos aquí".
Los rostros pintados de forma elaborada resaltaban de entre la multitud mientras las fotos de los seres queridos flotaban por encima de los miles de marchantes durante la edición 33 de la Procesión de Todas las Almas en la zona oeste de Tucson. El constante golpeteo de un tambor se mezcló con música de salsa y corridos mexicanos mientras un hombre tocaba un banjo en la acera cercana.
La procesión de 3 kilómetros, liderada por la organización sin ánimo de lucro Many Mouths One Stomach, representa una oportunidad para que la gente recuerde a sus seres queridos fallecidos o defienda una causa cercana a ellos.
Los manifestantes, que portaban grandes cruces de madera, se movían entre la multitud, mientras que los supervivientes de la violencia con armas de fuego llevaban un despliegue de ángeles de papel, que representaban a cada una de las víctimas del tiroteo masivo de 2012 en la escuela primaria Sandy Hook.
Durante la procesión, los manifestantes colocaron notas escritas, oraciones, recuerdos y mensajes para sus seres queridos dentro de un gran recipiente de acero, conocido como la Urna. Durante la ceremonia final, el contenido de la urna se quema en una ceremonia comunitaria destinada a canalizar el dolor y la alegría.
La primera procesión tuvo lugar en 1990 como una forma de que los artistas y creativos de Tucson honraran a los muertos. Ese año, la artista local Susan Johnson creó una obra de teatro ceremonial para conmemorar la muerte de su padre, lo que dio lugar al evento anual.
A medida que la procesión creció con los años, la gente de varias comunidades de Arizona comenzó a mezclar sus propias tradiciones con el evento.
Aunque la procesión se celebra en torno a la festividad indígena mexicana del Día de los Muertos, no tiene ningún vínculo directo con ella. Sin embargo, los temas y tradiciones relacionados con el Día de los Muertos se han convertido en algo habitual para los participantes en la marcha anual, y muchos de ellos se pintan la cara con maquillaje de calavera y llevan las tradicionales flores de cempasúchil de color naranja brillante mientras caminan.
Una celebración de los seres queridos que ya se fueron
Muchos manifestantes lloraron la pérdida de sus amigos y familiares al tiempo que celebraban sus vidas.
El humo del incienso de Palo Santo se extendió detrás del altar que Jaime Arrieta ayudó a construir para su mejor amigo de 46 años, el Dr. Justin Schultz Cetas. Arrieta ayudó a llevar el altar móvil junto a los hijos y la familia de Cetas.
"Era una persona muy monumental en la comunidad, pero para mí sólo era un amigo", dijo Arrieta.
Cetas, director del Departamento de Neurocirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona, falleció en julio en un accidente de moto. La familia y los amigos de Cetas construyeron el intrincado altar y caminaron en la procesión para honrar al hombre que amaban.
Una bolsa dorada de ositos de goma Haribo estaba encima del altar junto a la disertación de Cetas y una bolsa de tabaco para forjar cigarrillos, que siempre había prometido dejar.
A Cetas le encantaba pescar y era un tejedor voraz, dicen sus hijos. Los sombreros y bufandas que había tejido para la gente estaban en su altar el domingo por la noche.
"Todo lo que hay en este altar representa su paso por la vida", dijo Arrieta. "Lo hicimos en honor a él y para celebrar su vida y festejarlo".
Arrieta conoció a Cetas cuando tenía cinco años y acababa de mudarse a su casa en Tucson. Cetas llegó a su casa, se fijó en las cajas de la mudanza, ahora vacías, y le preguntó a Arrieta si quería construir un fuerte.
El resto fue historia.
Cerca de Arrieta, la Urna llegaba al escenario donde se celebraría la ceremonia final de la procesión. Miles de personas se reunieron frente al escenario mientras la procesión llegaba a su fin. La Urna fue elevada al cielo nocturno y se le prendió fuego.
A medida que las gruesas llamas envolvían la urna, las nubes de humo se alejaban, llevando los recuerdos de los seres queridos a la noche.
Traducción: Javier Arce